Otro pugilato televisado desde la Casa Blanca: el presidente de Sudáfrica cae en la diplomacia de "emboscadas" de Trump
El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, fue el centro de una verdadera emboscada por parte de su anfitrión, Donald Trump, en la parte abierta a la prensa de su encuentro en la Oficina Oval de la Casa Blanca este miércoles.
Un nuevo caso que muestra cómo esas reuniones se han convertido en un espectáculo imprevisible y con potenciales efectos desconocidos para las relaciones de Washington con el resto del mundo.
Si en el episodio con el presidente ucraniano, Volodmyr Zelensky, en febrero asombró a muchos el que Trump humillara en público al líder de un país que está combatiendo una invasión de su poderoso vecino, Rusia, la cita con Ramaphosa fue un paso más allá.
Lo de Zelensky pudo haber sido un impulso del momento, pero al sudafricano lo esperaron en una emboscada para desacreditarlo ante los medios asistentes y todo aquel que viera después el intercambio en televisión o redes.
Las visitas de ambos líderes estuvieron precedidas de tensiones, que en el caso de Sudáfrica implicaron la suspensión de los fondos de ayuda y la imposición de aranceles a sus productos de exportación.
La semana pasada, EEUU recibió con gran despliegue un grupo de afrikáners (blancos descendientes de los europeos que controlaron el país hasta hace pocas décadas) en calidad de refugiados por el "genocidio" que Trump afirma, sin prueba alguna, que se está cometiendo en la nación africana.
El escenario dramático en que se ha convertido la Oficina Oval
Como manda el protocolo, Trump se sentó junto a Ramaphosa en la oficina presidencial e intercambiaron frases de cortesía que fueron cambiando de tono hasta que el anfitrión decidió "enseñarle" a su invitado ante los ojos de medios de todo el mundo lo que, según él, está pasando en Sudáfrica.
En ese momento, se bajó la intensidad de las luces y se mostró un video de unos cinco minutos en el que un polémico líder de oposición, Julius Malema, (expulsado del Congreso Nacional Africano de Ramaphosa precisamente por sus posturas radicales y racistas) cantando una antigua canción "matar al bóer", palabra que se usa para los granjeros blancos.
No le fue posible al sudafricano contrarrestar la narrativa de la presentación. Cada explicación suya sobre lo inexacto de las acusaciones de genocidio de blancos, Trump volvía a mostrar lo que parecía ser artículos de prensa reforzando una tesis que todos los expertos en temas sudafricanos dicen que no es como lo plantea la Casa Blanca, aunque indican que agricultores de todas las razas son víctimas en un país con una tasa de criminalidad muy alta.
"La gente huye de Sudáfrica por su propia seguridad (...) Les están confiscando sus tierras y, en muchos casos, los están asesinando", dijo Trump reproduciendo un infundio que su financista y asesor presidencial, Elon Musk, nacido en Sudáfrica, ha machacado desde hace tiempo.
Ramaphosa se preparó para evitar la suerte del ucraniano Zelenskyy, que terminó con funcionarios de la Casa Blanca pidiéndole que abandonara el recinto.
El presidente sudafricano tenía en su delegación a dos golfistas, Ernie Els y Retief Goosen, un gesto hacia el estadounidense fanático del golf y le regaló un libro enorme sobre los campos de golf de Sudáfrica. Nada sirvió para que, en la parte de público, Trump cambiara de opinión.
Pero el contencioso de Trump con Sudáfrica no es solo sobre la suerte de granjeros blancos.
El país encabeza la demanda contra Israel por genocidio y crímenes de guerra en Gaza ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, algo que ha generado la furia de muchos republicanos.
Un pugilato televisado desde la Casa Blanca
Desde que empezó su segunda presidencia, varios líderes mundiales han pasado por la Casa Blanca para cumplir con lo que antes era un evento protocolar que resaltaba la importancia del país del dignatario visitante para EEUU. Pero ahora que todos, incluso los aliados tradicionales, son potenciales contrincantes, esos encuentros han cambiado.
Recientemente, el primer ministro de Canadá, Mark Carney, se reunió con Trump en la Oficina Oval y aunque logró navegar la situación, tuvo que soportar que el estadounidense repitiera su deseo de que el vecino del norte sea el estado 51 de la unión (una insistencia que deja de ser de mal gusto para pasar a ofensiva y potencialmente peligrosa)
Para evitar confrontaciones, el presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro británico Keir Starmer recurrieron a una combinación de adulación y persuasión para influir en Trump sobre comercio y Ucrania, aunque pueda deberse a que sus países son vistos como de mayor nivel o importancia.
Solo el salvadoreño Nayib Bukele ha disfrutado ser la estrella invitada en esos espectáculos en que ha convertido Trump las reuniones en la Oficina Oval. En febrero, hacia el final de la discusión con Zelensky, Trump dijo: “Eso va a ser grande en televisión".
Y esa parece ser la intención: convertir esos encuentros en momentos dramáticos y, por tanto, fáciles de viralizar, en los que la opinión dominante que ganará la pelea en la opinión pública será la de Trump, quien como anfitrión (y hombre de medios) tiene un control sobre el escenario que el visitante de turno no podrá contrarrestar.