5 lecciones de las antiguas civilizaciones para refrescar las viviendas en climas cálidos y secos
Los edificios modernos tienden a dar por sentadas la electricidad y el aire acondicionado. A menudo tienen fachadas de cristal y ventanas que no se pueden abrir. Y cuando se va la luz durante días en plena ola de calor, como ocurrió en Houston en julio de 2024 tras el huracán Beryl, estos edificios pueden resultar insoportables.
Sin embargo, durante milenios, las civilizaciones supieron cómo lidiar con el calor en climas cálidos y secos.
Como diseñadora arquitectónica e investigadora que estudia la resiliencia urbana, he examinado muchas de las técnicas y las lecciones que estas antiguas civilizaciones pueden ofrecer para vivir en condiciones más cálidas y secas.
Con el aumento de las temperaturas globales, los estudios muestran que los veranos peligrosamente calurosos como los de 2023 y 2024 serán cada vez más frecuentes y las tormentas intensas podrían provocar más cortes de electricidad. Para prepararse para un futuro aún más caluroso, los diseñadores de hoy podrían aprender del pasado.
1. Los sumerios contaban con una arquitectura contra el calor
Los sumerios vivían hace unos 6,000 años en un clima cálido y seco en lo que hoy es el sur de Irak. Y ya desde entonces disponían de técnicas para controlar el calor.
Los arqueólogos que estudian los vestigios de las ciudades mesopotámicas describen cómo los edificios sumerios utilizaban muros gruesos y ventanas pequeñas que podían minimizar la exposición al calor y mantener frescas las temperaturas interiores.
Los sumerios construían sus muros y tejados con materiales como el adobe o el barro, capaces de absorber el calor durante el día y liberarlo durante la noche.
También construían edificios contiguos, lo que reducía el número de muros expuestos a la intensa radiación solar.
Los pequeños patios proporcionaban iluminación y ventilación. Las calles estrechas garantizaban la sombra durante todo el día y permitían a los peatones moverse cómodamente por la ciudad.
2. Los antiguos egipcios en la antigüedad aprovechaban el viento
Los antiguos egipcios también utilizaban materiales que ayudaban a mantener el calor a raya. Los palacios eran de piedra y tenían patios, mientras que los edificios residenciales eran de adobe.
Muchos también adoptaron un comportamiento nómada dentro de sus edificios para escapar del calor, es decir, utilizaban las terrazas de los tejados, más frescas por la noche, como dormitorios.
Para enfriar los edificios, los egipcios desarrollaron una tecnología única llamada mulqaf, que consiste en altas aberturas en las paredes orientadas hacia los vientos dominantes.
Estas aberturas capturaban el viento y lo canalizaban hacia abajo para ayudar a enfriar el edificio. El viento que entra crea una circulación de aire que ayuda a expulsar el calor a través de otras aberturas en el edificio.
El principio del mulqaf también podría ampliarse para enfriar espacios más grandes. Actualmente se utiliza en edificios de Oriente Medio y Asia Central para hacerlos confortables sin aire acondicionado, incluso en épocas muy calurosas.
3. Aprender a usar los recursos naturales tu favor para reducir el calor
Civilizaciones de otros continentes y otras épocas desarrollaron estrategias similares para vivir en climas cálidos y secos, y también idearon sus propias soluciones.
Los pobladores de lo que hoy es el suroeste de Estados Unidos utilizaban ventanas pequeñas, materiales como el adobe y la roca, y diseñaban edificios con muros compartidos para minimizar la entrada de calor.
Mientras que, durante el siglo VIII, los califatos musulmanes de las tierras áridas del norte de África y el sur de España diseñaron sus edificios con técnicas de recogida de agua de lluvia para captar el agua.
Las gotas de las lluvias se recogían por todo el tejado y se dirigía a cisternas. La inclinación del tejado y el suelo del patio dirigían el agua para que pudiera utilizarse para regar los paisajes con vegetación de sus patios.
En la actual Mendoza, en Argentina, se utiliza este método para regar las plantas y árboles que bordean las magníficas calles de la ciudad.
4. Captar el agua de lluvia para usarla después como hacían los mayas y teotihuacanos
A escala urbana, la gente también recogía y almacenaba el agua de lluvia para resistir la estación seca.
La antigua ciudad teotihuacana de Xochicalco y muchas ciudades mayas de lo que hoy es México y Centroamérica utilizaban sus pirámides, plazas y acueductos para dirigir el agua de lluvia a grandes cisternas para su uso futuro. A menudo se utilizaban plantas para ayudar a limpiar el agua.
Hoy en día, los científicos exploran formas de almacenar agua de lluvia de buena calidad en la India y otros países. La recogida de agua de lluvia y las infraestructuras verdes se reconocen ahora como estrategias eficaces para aumentar la resiliencia urbana.
5. Poner en práctica estas lecciones ayudará a resistir la temporada de calor
Cada una de estas antiguas culturas ofrece lecciones para mantenerse fresco en climas cálidos y secos de las que los diseñadores modernos pueden aprender hoy en día.
Algunos arquitectos ya las utilizan para mejorar sus diseños. Por ejemplo, los edificios del hemisferio norte pueden orientarse para maximizar la exposición al sur.
Mientras que las ventanas orientadas al sur combinadas con dispositivos de sombreado pueden ayudar a reducir la radiación solar en verano, pero permitir la calefacción solar en invierno.
Además, es importante recoger el agua de lluvia y utilizarla para regar jardines y paisajes ya que puede ayudar a reducir el consumo de agua, adaptarse a condiciones más secas y aumentar la resiliencia urbana.
Retroadaptar las ciudades modernas y sus torres de cristal para controlar mejor el calor no es sencillo, pero hay técnicas que pueden adaptarse a los nuevos diseños para vivir mejor en climas más cálidos y secos y depender menos del aire acondicionado constante en verano. Estas antiguas civilizaciones pueden enseñarnos cómo.
* Adriana Zúñiga-Terán es profesora adjunta de Geografía Urbana en la Universidad de Arizona.
Este artículo fue originalmente publicado en The Conversation. Si usted desea leer la versión original puede consultarla aquí.